jueves, octubre 12, 2006

Me declaro intolerante

Cristina ha escrito un artículo que, a mi juicio, genera un fabuloso tema de discusión y análisis. Ella dice que "me tienen desesperada con la expresión "Yo le colaboro" cuando estoy esperando es que la persona haga su trabajo... cumpla con su deber".
Yo no puedo estar más de acuerdo, y tengo una experiencia propia para contar, que ocurrió ayer.


Viajando en un bus, de camino hacia el MEN, subió un mimo. Sólo que, a diferencia de sus congéneres mimos, este hablaba. Y con voz de payasito recreacionista (esta expresión no busca ser peyorativa, sino que creo que todos somos capaces de imaginar el tono de una voz de estas), dijo que nos traía un mensaje de "amor, respeto y tolerancia". Resultó que ese mensaje era (en sus palabras) "el símbolo universal de la paz". Imagínense, este símbolo universal resultó ser la carita feliz que todos conocemos.


Acto seguido, pasó por cada puesto, pegando en la mano de cada uno de los pasajeros una de estas caritas, de distintos colores y con distintas expresiones (todas alegres, sin embargo).
Luego volvió a la parte delantera del bus y pidió "a las personas de buen corazón y de buena voluntad", que "apoyaran su medio de trabajo" y "le colaboraran con cualquier monedita".


Esto es típico en el transporte público de Bogotá. Pero ayer, por alguna razón yo estaba, o bien algo molesto o bien muy atento, así que terminé realmente indignado por toda la situación.


Y no porque alguien suba a un bus a pedir dinero, sino por la forma en la cual lo hizo este personaje. ¿Cómo puede hablar de respeto y tolerancia, cuando está irrumpiendo de manera tan agresiva en el espacio de cada pasajero? Me refiero a que, prácticamente, obligó a cada pasajero a aceptar la carita feliz que estaba dejando. ¿Hay allí tolerancia y respeto? Yo diría que no, pues parte de la tolerancia y el respeto consiste en permitir a los demás decidir qué aceptan y qué no.


Por otro lado, ayer sentí claramente un chantaje emocional en el discurso del personaje. Resulta entonces que si no le doy una moneda, no tengo buen corazón ni buena voluntad. En términos crudos, está apelando a que cada pasajero demuestre su buen corazón por medios económicos. Esto me indignó profundamente.


Sin embargo, no fui capaz de decirle nada al mimo y, por pura presión social, terminé dándole una moneda. Debo reconocer que no me sentí muy bien cuando todas las personas a mi alrededor le "colaboraron", así que caí en el juego y demostré, después de todo, mi buen corazón y buena voluntad. De alguna manera, compré mi paz mental.


*Suspiro profundo para tranquilizarse*


En fin, lo que llamó mi atención es cuán alejado resulta a veces el discurso del hacer. Cuán fácil resulta volvernos víctimas del lenguaje y, para el caso de Cristina, terminar profundamente agradecidos y conmovidos porque tal o cual empleado nos "colaboró", cuando en realidad estaba cumpliendo su deber. O, en mi caso, terminar sintiéndonos culpables (malas personas) por no dar una moneda.


Cómo diría Victor, pienso que es una excelente excusa para lanzar una "pregunta al aire":
¿Qué otros ejemplos como estos, en donde hay un claro abuso del lenguaje, vemos a nuestro alrededor?

2 Comments:

At 4:02 p. m., Blogger Cristina Salazar Perdomo said...

Diego: hablas de algo supremamente importante en nuestros tiempos y es la llamada "presión social". ¡Ay, Dios! ¡Cuántas cosas terminamos haciendo por ella! Desde cortarse el cabello o escuchar tal o cual música hasta caer en un vicio... todo puede suceder si no tenemos la entereza suficiente para decir: no, yo eso no lo hago.

El caso que relata Diego nos es familiar a todos. Coincido con él en que si uno ve que todos le están dando monedas al personaje, ¿cómo no lo hace uno? Bueno, y ahora, un día después del incidente, yo te pregunto, Diego: quiénes saben que le diste y peor aún, ¿a quién le importa? Ni el mismo payaso te reconocería si volviera a verte. Entonces, si no le hubieras dado nada pasaría exactamente lo mismo.

Actuemos por convicción y que el mundo diga lo que quiera... total... de todos modos lo van a hacer...

¡Que siga la discusión!

 
At 8:20 p. m., Blogger Diego Leal said...

Hola Cristina,

Gracias por tu mensaje. Tienes razón en lo que dices. ¿A quién le importa? Pero ese es precisamente la trampa de la presión social. ¡A quién le importa? ¡A mí! :-)

En general, yo casi nunca cedo a la presión social. De hecho, en muchísimos aspectos soy francamente "zanahorio" por esa razón. Pero estando en ese bus, y con esa indignación en mi cabeza, me sentí totalmente fuera de lugar cuando todo el mundo empezó a darle monedas.

El asunto es que la estrategia del mimo (y es la segunda vez que la veo) tiene su chiste. Pega en tu mano algo que no te va a pedir después, y luego apela a tu buena voluntad. Si no le das nada, igual te quedas con lo que te dió, lo cual no es razonable para muchos de nosotros. No es lo mismo que devolver el paquete de galletas que te dieron "sin ningún compromiso".

Pero seguiré tu consejo la próxima vez. ;-)

 

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